La visión de Cristo
La visión de Cristo tiene el poder de pasar todos los pecados por alto, porque es una visión de la santidad que está más allá de ellos y viene a tomar su lugar. El aprender a dar tal como recibes es la visión de Cristo.
«Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo. Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados». (UCDM, E-pI.158.10:3-4)
Cada hermano con el cual te encuentres hoy te ofrece otra oportunidad de hacer brillar sobre ti la visión de Cristo y que esta te brinde la paz de Dios. Nos recuerda el pasaje famoso del texto de Un curso de milagros: «Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo. Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo». (UCDM, T-8.III.4:1-5)
Todo está en la mente, por eso Jesús dijo en la Biblia, «No juzguéis para que no seáis juzgados» porque el que juzga también se está juzgando a sí mismo, y si criticas a un hermano, te criticas a ti mismo.
El ego trata de mantener la culpa, proyectándola hacia fuera en el mundo, hacia algún hermano, a un chivo expiatorio, manteniendo a quien culpar, mientras ese no seas tú. En cambio, Jesús nos dice, no, no, no, te estás haciendo esto a ti mismo, así que te voy a enseñar la visión de Cristo para que puedas ver que tú eres el Cristo.
¡Es una cuestión de deseo!
Además, Jesús nos dice que un maestro de Dios podría sanar a todo el mundo sin un sonido. Él está hablando del silencio divino. Así que no trates de culparte a ti mismo si no dices las palabras correctas, sólo tienes que desear ver la inocencia. Eso es todo lo que necesitas. La mente es tan poderosa, que si pones esa oración en tu altar, y sientes, «deseo ver la inocencia pura», y ese es tu único enfoque, eso te dará la visión.
Ese es un regalo, el regalo de la inocencia y eso es lo que puedes dar. Esta lección no es difícil de aprender. El ego puede gritar: ¡oh, eso es imposible, él no sabe por lo que he pasado, si él hubiera tenido una infancia como la mía, nunca lo haría! ¡O si conociera a mi vecino! Jesús, en cambio, dice, no, no, no. No importa la infancia. No importa el vecino o lo que sea que haya pasado. Tienes un don y puedes darlo, puedes enseñarlo.
«Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. No obstante, el tiempo aún nos tiene reservado un regalo, en el que el verdadero conocimiento se refleja de manera tan precisa que su imagen comparte su invisible santidad y su semejanza resplandece con su amor inmortal. Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también». (UCDM, E-158.11:1-4)
No nos enredemos con cuestiones del tiempo y espacio, porque es la dedicación la que traerá esta visión a la conciencia, depende totalmente de que uno lo quiera. No depende del pasado, no depende de las condiciones del mundo, no hay que esperar por ello, no hay que esperar a que termine la pandemia. No tienes que decirle a Jesús, bueno, me apunto, lo haré. Seré feliz cuando las circunstancias se vean así, o cuando mi cuenta bancaria se vea de esta manera, o cuando tenga esta pareja que quiero, o cuando las situaciones de mi vida, las difíciles, hayan desaparecido. Eso sigue posponiendo en el tiempo.
No intentes reinventar el pasado. No intentes recrear el pasado. No trates de arrastrar el pasado en tu viaje. un curso de milagros Simplemente dale un beso de despedida. Hoy le damos un beso ciego al pasado. Si estuvieras haciendo la lección número siete, sólo veo el pasado y también voy a soplarle un beso. Debido a la visión en mí, y el amor de la visión, puedo despedirme del pasado y sentirme bien, sin remordimientos y arrepentimientos.
Es preferible tener la visión de Cristo que una lista de deseos. Tomemos nuestra lista de cosas por hacer, si tienes tu lista de cosas por hacer anotado en tu teléfono, borra la lista y solo escribe una frase: Visión de Cristo.
¿Cómo llevarlo a la práctica diaria?
Reconoce el medio: La paz
Hay un párrafo del Curso en el que Jesús dice, voy a decirles el qué y el cómo de lo que está sucediendo. Lo que está pasando es la salvación, el libramiento de la mente del sueño de culpa. La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede salvar a través de la paz. Así que la paz es el medio y la salvación es siempre para la mente, no para el cuerpo, no para la sociedad, no para el mundo. La salvación es para la mente dormida, para el soñador, y siempre se alcanza a través de la paz.
Ora, escucha y sigue
El curso se trata de aprender a escuchar y seguir al Espíritu Santo con la meta de escuchar una sola voz como lo hizo Jesús. Escuchar tan bien y seguir tan voluntariamente, que al final, solo hay una voz, y no la voz del ego, esta desaparece en la luz resplandeciente del Espíritu Santo. Cuando nos alineamos completamente con el Espíritu Santo, el ego desaparece, porque nunca estuvo realmente allí. El Amor y la Luz es la verdad. Incluso cuando nos equivocamos y escuchamos al ego, el Espíritu Santo nunca se da por vencido en esto, el Espíritu Santo nunca tiene un pensamiento negativo sobre lo que somos. El Espíritu está tan enfocado en el amor, en la luz, y la inocencia que un error no es nada para ser tomado a pecho y es solo algo para ser entregado; un error es como un pensamiento privado.
Entrega los pensamientos privados al Espíritu Santo
Jesús dice, no te aferres a los pensamientos privados, si te aferras a ellos, es como aferrarte a una patata caliente, te quemarás las manos. No te aferres a tus secretos, entrégalos como regalos al Espíritu Santo y se irán.
¡Confía y recuerda reír!
Siento que la única manera en la que eventualmente podemos recorrer este viaje convirtiéndonos en un estudiante feliz, es cuando llegamos al punto en el que nos damos cuenta de que confiamos en este proceso más de lo que confiamos en nosotros mismos. Confiamos en Jesús más que en nosotros mismos, quien tiene el poder superior. Se convierte en un genuino dejar ir, un «no necesito saber más, hay un camino amoroso, un espíritu amoroso que me lleva a través de todo esto». Entonces es sólo la confianza a partir de ahora la que nos dirige.
Esto no es realmente el camino de los problemas. Todo está en el humor. Todo está en la risa. Hemos sido bien entrenados para ser solucionadores de problemas. Dios mío, ponemos tanta energía en diagnosticar y aplicar la solución, aplicar esto, aplicar aquello mientras tanto Jesús está diciendo, recuerda reír, recuerda reír, ríete conmigo. Está diciendo ríete conmigo. Estamos mejorando en no tomar las cosas demasiado en serio. Siento, más ahora, un sentimiento en mi corazón de Jesús riendo. Ya ni siquiera necesito una foto. Es un sentimiento de cosquillas en el corazón.